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"Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos pueden cambiar el mundo. De hecho, son los únicos que lo han logrado." Margaret Mead

© 2014 CIPRIAN GALAON DEMARIA

viernes, 8 de marzo de 2013

A modo de prefacio


Trataré de no pretender cambiar el mundo, muy de moda entre los autores de blog, me limitaré a dar algo de que hablar. El blog trata sobre el rediseño y la modernización del dinero, pero no en el sentido de hacer su uso más fácil (ya tenemos dinero electrónico o e-dinero, tarjetas monedero electrónico, dispositivos móviles de pago electrónico, tarjetas bancarias con chip de identificación por radiofrecuencia y la tecnología NFC o de comunicación inalámbrica de corto alcance y alta frecuencia; algunos ejemplos de estas nuevas tecnologías son: Proton de Bélgica, Chipknip de Holanda, Quick de Austria, GeldKarte de Alemania, FeliCa de Japón y EEUU, CashCard de Suecia, miniCASH de Luxemburgo, Oyster de Londres, Octopus de Hong Kong, CashCard de Singapur, Bitcoin, Carbon Coin y PayPal), sino para resolver gran parte de los problemas que afectan y preocupan, en cierta medida, a prácticamente todos nosotros en la actualidad: desigualdad social y de oportunidades, corrupción, guerras, hambre, contaminación del medio ambiente, envejecimiento y crecimiento exponencial de la población, evasión fiscal, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y economía sumergida, por mencionar sólo los más importantes. En mi opinión, un nuevo dinero será la solución más directa, segura y económica a todos esos problemas. Si queremos salir de la espiral autodestructiva en la que, advertida o inadvertidamente, nos hemos dejado llevar y por fin evolucionar, lo que necesitamos no son más leyes o leyes más específicas,  gobiernos más competentes y menos corruptos y, sobre todo, más dinero, sino sencillamente un nuevo dinero, eso es, un nuevo concepto de dinero y de sistema monetario. El dinero ha ido llamando la atención de muchos teóricos, sean estos economistas, sociólogos, antropólogos o filósofos, de modo que no faltan teorías sobre su naturaleza y su papel socio-económico, así como tampoco soluciones a sus problemas funcionales. Por ello, no pretendo ser el primero en reflexionar sobre el sistema monetario y sobre sus fallos, ni mucho menos. Un artículo de la revista “The Economist” −“The end of the cash era” (El fin de la era del dinero en efectivo) de 15 de febrero de 2007− nos llamaba la atención sobre el lado más oscuro del dinero físico (“En el mundo del dinero en efectivo, la anonimidad puede ser aprovechada para cometer delitos”, apuntaba el artículo) y sobre algunas aspectos de seguridad del recién incorporado dinero electrónico. Otro artículo reciente de The Guardian sugiere incluso que pasar a usar un dinero exclusivamente electrónico puede llevarnos por defecto a un estado vigilante orwelliano o, siguiera, a una economía basada en una clase de trueque de alta tecnología (ver en inglés: http://www.theguardian.com/sustainable-business/2015/sep/30/1984-does-a-cashless-economy-make-for-a-surveillance-state). Aparte de los documentales que abundan sobre el tema, hay, asimismo, un considerable número de páginas web, la mayoría en inglés, explicando el funcionamiento de los sistemas monetarios modernos, algunas ofreciendo incluso alternativas para su corrección/modernización (indicaría al lector echar un vistazo sobre todo a: http://hiddensecretsofmoney.com/ y https://www.positivemoney.org/). Igual de interesante es el estudio comparativo moneda convencional-moneda privada complementaria que Bernarnd Lietaer hace en sus innumerables libros. En España hay ahora alrededor de 70 monedas sociales/alternativas (ver: https://youtu.be/g_M-aJgCKYc). La propuesta que quiero debatir aquí parte de la idea de que no hay que dar por sentada la inamovilidad existencial del actual sistema monetario y esperar del mercado que resuelva los problemas de seguridad de las transacciones en función de los diversos intereses implicados para que luego, como siempre, los gobiernos y los legisladores intervengan para corregir o eliminar las disfunciones económicas del dinero, sino de hacer de la modernización del dinero una cuestión prioritaria y de interés general de los ciudadanos en la defensa de sus derechos y valores democráticos más fundamentales. Asistimos con impotencia, por un lado, al declive y las económicamente contraproducentes políticas actuales y, por otro, a la ineficacia de los familiares mecanismos democráticos para traer algún cambio favorable. En mi opinión, cualquier cambio relevante tiene que empezar por cambiando o modernizando el sistema monetario, eso es, el sistema, o la infraestructura si se quiere, que facilita, garantiza y promueve la confianza para el intercambio de valores en la sociedad, sean éstos materiales o inmateriales (y aquí se incluyen, por supuesto, el esfuerzo físico e intelectual de cada uno de nosotros o, para simplificar, el trabajo). Propugno además que la simple modernización del dinero no será suficiente para prevenir las crisis económicas. De ahí que propongo introducir en la economía y en el sistema monetario o, para ser más exacto, paralelo a éste, otros valores que corrijan las disfunciones actuales del dinero (en Propuesta). La importancia de la modernización del dinero es tal que a partir de ello la humanidad nunca será como antes, idea que apoyo en algunos argumentos que me gustaría debatir aquí. Y para hacerle la vida más fácil, ideal sería la eliminación completa de cualquier tipo de dinero, pero el hombre que no necesite dinero para organizar su vida en la sociedad y en sinergia con la naturaleza tendrá que ser, desde el punto de vista moral, sustancialmente superior al que creó y al que ostensible y orgullosamente llama moderno y civilizado, de modo que tendrá que aprender a colaborar, redistribuir riqueza y convivir sin esa referencia abstracta al dinero. Por desgracia, la moralidad no es parte de la herencia genética humana. Cada generación tiene que adaptar sus principios y los valores morales que heredó a su actual contexto ideológico, social, económico y tecnológico, suprimiendo o añadiendo alguno si fuera necesario. Lo mismo se puede decir sobre la democracia, eso es, "cada generación tiene que redescubrir la democracia" (John Dewey). Diría incluso que, durante su desarrollo, cada persona, grupo, comunidad o nación llega en un momento dado a un punto en el cual tiene que dejar de culpar a otros o la mala suerte, enfrentarse a su propia conciencia y decidir lo que más le conviene para resolver sus problemas existenciales y evolucionar, si no para sobrevivir. Mirando alrededor, me atrevería afirmar que la humanidad entera alcanzó ese punto. La actual crisis económica reveló otra crisis mucho más global y profunda contra la cual de poco nos sirve ahora crear puestos de trabajo y viviendas para todos: la crisis de conciencia. Considerando que “ningún problema puede ser resuelto desde el mismo nivel de conciencia que lo creó” (A. Einstein), el cambio de conciencia tiene que preceder cualquier otro cambio en las estructuras sociales y económicas. De algún modo llegamos a creer que para evolucionar necesitamos ideologías nuevas y líderes carismáticos para promoverlas, al menos eso es lo que la historia nos enseña. Discrepo diciendo que cualquier cambio sustancial y duradero tendrá que venir desde abajo, desde las ideas y las acciones diarias de cada uno de nosotros. Estamos acostumbrados a que cualquier cambio profundo en el modo de organizar la sociedad empieza por una guerra, una revolución o alguna calamidad natural. Hay cada vez más escépticos que abrazan la idea de que sólo un desastre natural (o, incluso, antropogénico, como un holocausto nuclear) de magnitud global hará cambiar al hombre de conciencia. Nada más lejos. El hombre moderno tiene los medios tecnológicos y la capacidad personal de reinventarse a sí mismo y de cambiar de manera pacífica y sin ese determinante de una apremiante causa natural o como consecuencia fatal a sus locuras e imprudencias. Si hasta ahora no lo hemos conseguido es porque ni hemos alcanzado la madurez necesaria, científica y tecnológica, ni hemos tenido la motivación de hacerlo, sin mencionar nuestra ignorancia o nuestra complacencia, justificadas o no. No hemos tenido suficiente base para convenir, como mínimo, en una fórmula social para conciliar, por un lado, tanto la propiedad privada y el poder económico con el bien común y el medio ambiente, como, por otro, la competitividad con la cooperación y la creatividad. La creatividad del hombre no tiene límites y siempre le ha ayudado a encontrar una solución a sus problemas existenciales, ¡la Edad de Piedra no se terminó porque se quedaron sin piedras! Durante la revolución agraria y, más tarde, la industrial, éste puso a prueba su perseverancia y su capacidad de superarse de sí mismo, aprender a caminar, indagar, ensayar, equivocarse, aprender de todo ello y dar pequeños saltos evolutivos. Hoy, habiendo revolucionado completamente las tecnologías de tratamiento de la información y de la comunicación, el hombre está más preparado que nunca para dar lo que será el mayor salto evolutivo de su historia, ahorrándose de paso todos esos errores conscientes −sobre todo los que vuelve a cometer una y otra vez, como  las guerras y la contaminación del medio− que le empujan a su fin y al del planeta, su hogar. Lo único que falta para complementar esos avances tecnológicos y de hacer que trabajen a su favor y de su entorno, social y medioambiental, es un sistema seguro y eficaz de asignación de los valores que el hombre crea, de los recursos que emplea, sean éstos personales, materiales, inmateriales, naturales o elaborados, y de la infraestructura que dé soporte al intercambio seguro de los datos que representan dichos valores. La teoría de este blog se reduce a la idea de que el rediseño del dinero es el elemento clave, si no el único, para tener una salida exitosa del actual proceso evolutivo intensivo. No hace falta reflexionar mucho para ver que el dinero es pura información. Consecuentemente, el proceso evolutivo tendrá que empezar por la instauración de nuevas normas, procedimientos, protocolos y sistemas de tratamiento de la información, de toda la información, que se apliquen por igual y favorezcan a todos (y no sólo a los celosos “guardianes” de la misma), eso es, democratizar el tratamiento de la información. Asimismo, como decía, habrá que implementar un nuevo sistema de asignación de valores, o sea, de unidades de valor, a las acciones humanas con relevancia social/comunitaria, que funcione en paralelo con el dinero y lo complemente, y de una infraestructura que facilite el intercambio en condiciones de seguridad de estos valores (de los datos o la información que los representa). El dinero que hemos venido usando hasta ahora desde hace más de cinco milenios ha conseguido sacar lo peor de nosotros y, no sería aventurado decir, nos está empujando hacia la autodestrucción. A pesar de su fama de panacea económica universal, en realidad, el dinero sólo sirve, paradójicamente, para resolver problemas que el mismo ha ido generando y acumulando desde su invención, tanto en las economías como en las conciencias de sus usuarios. O sea, el papel más importante del dinero actual es el de servirse a sí mismo (bueno, para ser más exactos, a los que lo tienen acumulado en grandes cantidades con fines especulativos). Esto se debe, principalmente, a su mal diseño, su indebido uso y su inadecuada asignación en la economía. Hoy ya no tenemos ninguna excusa para seguir utilizándolo en una forma que, a pesar de sus claros efectos contraproducentes para la sociedad y el medio ambiente, los políticos nos siguen predicando, implícita o explícitamente, como única e inmutable. Adelantaría aquí que, para mí, la modernización tiene que ir mucho más allá de una simple mejora en el uso o en la funcionalidad del dinero dentro del comercio y de las políticas económicas, su función más importante tendrá que ser la de moralizar e integrar las comunidades. El nuevo dinero tendrá vocación temporal e instrumental y sus funciones más importantes serán: catalizador moral, promotor de la solidaridad social, protector del medioambiente y garante del desarrollo sostenible. Todo ello para asegurar que el tecnológicamente necesario tránsito hacia una sociedad sin cualquier tipo de dinero se desarrolle sin pasar por graves y destructivas perturbaciones políticas y sociales, crisis económicas y daños medioambientales irreparables. Esto puede parecer utópico ahora, sin embargo, me atrevo vaticinar que un nuevo dinero, sea cual sea, tendrá el potencial de cambiar radicalmente nuestras relaciones y valores sociales más profundos y arraigados, nuestras culturas y nuestras costumbres. Esta nueva estructura social con sus renovadas reglas de funcionamiento será la que decidirá si acomodar y encontrarle (alguna) utilidad al nuevo dinero y no al revés, o sea que no será, como hasta ahora, el poder económico el motor del cambio social sino que lo económico, como es natural, estará completamente supeditado a las estructuras sociales futuras, adaptándose en todo momento a ellas. ¿Cuál es mi visión acerca de ese nuevo dinero y porque creo que será la moneda de cambio (de conciencia)? lo podrá descubrir en las siguientes líneas, teniendo siempre presente que mi análisis es sólo una entre muchas otras perspectivas en relación a la función económica, social y evolutiva del dinero. Mis reflexiones comparten o parten de muchos de los postulados económicos y sociales y de las soluciones propuestas por pensadores como Roberto M. Unger, David Harvey e Ian Goldin. La teoría que propugno aquí no es una panacea universal sino un marco para el debate. Y si la solución que propongo tiene algunas virtudes, éstas serán pragmatismo, facilidad de implementación y sostenibilidad, aparte de no suponer que repensar o reiniciar de un modo destructivo todo el sistema, sea éste el ideológico, el de asignación e intercambio de valores o el socio-político. No serán necesarias nuevas y mejores ideologías, leyes más complejas y específicas, más mercado libre y, sobre todo, instituir más poderes en los gobiernos. La solución será un renovado contrato social cuyo principal objeto sea el tratamiento democrático, transparente y seguro de la información, de toda la información, lo cual incluirá, por supuesto, también el dinero. Por último, en cuanto a lo que me motiva aquí y ahora en el blog, sólo diría que está lejos de mí la intención de hacer del mismo un medio para la promoción personal o profesional. Es un laboratorio para el ensayo de las ideas al que el lector está bienvenido para hacer cualquier comentario, refutando o apoyando mis ideas, y ser parte de esta aventura intelectual. Es más, valoraré más sus críticas y hacerme dudar que la aprobación o la confirmación de mi propuesta. En suma, dependerá del lector situarse en el lado bueno de la historia. ¡Gracias por su colaboración!

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